lunes, 10 de mayo de 2010

TU NOMBRE ENVENENA MIS SUEÑOS



En el número de este domingo 9 de mayo del suplemento “El País Semanal” escribe Almudena Grandes su habitual artículo dentro Escalera interior. Se titula La condición miserable” y versa sobre el artículo que este publicó en el diario El País el 24 de abril y la particular “visión” de este inestimable socialista y la represión republicana. Almudena describe la “coincidencia” de la fecha, las manifestaciones contra la Impunidad franquista y la publicación de este artículo.
Creo que es interesante la lectura de esta reflexión de la escritora aunque a mi nada me asombra de esta pléyade de dirigentes que, un día tuvieron las responsabilidades políticas en sus manos y dejaron pasar convenientemente el tiempo para que todo quedara tal cual se había pactado. De estos cómplices de que a fecha de hoy todavía sigamos en la situación de ver como ni se sabe la Verdad, ni se hace Justicia y no se Repara a las víctimas del franquismo.
Como en este artículo se alude a Luis Cernuda y su poema “1936” me he permitido la osadía de que acompañe estas breves líneas.

1936

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
cuando asqueados de la bajeza humana,
cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.

En 1961 y en ciudad extraña,
más de un cuarto de siglo
después. Trivial la circunstancia,
forzado tú a pública lectura,
por ella con aquel hombre conversaste:
Un antiguo soldado
en la Brigada Lincoln.

Veinticinco años hace, este hombre,
sin conocer tu tierra, para él lejana
y extraña toda, escogió ir a ella
y en ella, si la ocasión llegaba, decidió apostar su vida,
juzgando que la causa allá puesta al tablero
entonces, digna era
de luchar por la fe que su vida llenaba.

Que aquella causa aparezca perdida,
nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
sólo atendieran a ellos mismos,
importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.

Por eso otra vez hoy la causa te aparece
como en aquellos días:
noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
a través de los años, la derrota,
cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.

Gracias, compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias por que me dices
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.