Un espectáculo increíble. El Sr. Aznar hace su entrada en el salón de la Facultad de Económicas de la Universidad de Oviedo donde está invitado a dar una conferencia. El público asistente le recibe con voces de indecente, indecente,… Al fondo un grupo de espectadores exhibe pancartas y hojas donde se le recuerda su época como jefe de gobierno de nuestro país, un período marcado por las grandes gestas del gran líder, donde luchó de forma encarnizada en defensa de los Derechos Humanos y buscó la paz enconadamente, aquel tiempo donde a la vista de las pruebas irrefutables que demostraban que el régimen iraquí poseía armas de destrucción masiva y ante la amenaza de una destrucción segura de nuestra civilización no dudó en convenir con otros grandes hombres de la paz como Bush y Blair y enviar contingentes a la zona para conseguir el acuerdo y la armonía. El tiempo demostró el acierto de estos visionarios paladines y hoy en día sus decisiones han llevado la prosperidad y la tranquilidad al pueblo iraquí. El Sr. Aznar saluda amablemente, con su amplia sonrisa a estos seguidores, levanta la mano educadamente como solo un hombre de su nivel ilustrado puede efectuar. Un hombre que nunca ha tenido soberbia a pesar de su amplio bagaje cosmopolita, una persona que se ha codeado con la flor y nata de lo más granado del mundo político, cultural e intelectual (aquellas reuniones con ese hombre lleno de luces, de ilustración, como el presidente norteamericano). Que ha estudiado en lo mejor de la enseñanza española, que ha impartido conferencias en las prestigiosas universidades de EE.UU., donde nos demostró su habilidad con la lengua de Shakespeare. Un hombre así nunca pierde la compostura, su saber estar.
Ante esta situación algunos asistentes arrancan las hojas y pancartas que portan estas personas, miembros de seguridad uniformada los sacan del recinto a empujones, a rastras. Mis ojos no lo pueden creer, por primera vez en mi vida veo que los encargados de la seguridad, actúan contra los que apoyan al representante del poder establecido y no contra los revoltosos, contra esos a los que generalmente apellidan radicales. Es el mundo al revés, estoy confuso, parece un cuento de Kafka y, de repente, me DESPIERTO.