Hace un par de semanas nos llegaba la triste noticia de la muerte de Dalilah, la primera víctima de llamada gripe A (H1N1). La fotografía de esta joven, de una mujer bellísima, fue portada de periódicos y televisiones. Presuntamente hubo fallos, negligencias quizás, la familia habla de varios intentos de ingreso en hospitales y una mucha dejadez en la atención. Según comentan era una persona deportista, dudan de la enfermedad que se atribuye como una de las causantes del agravamiento, asma. Es “curioso” que con una enfermedad así pudiera ser una deportista, pero así era. Debo de reconocer que esa imagen me impactó, era una chica de esa belleza moruna que hace honor a su estirpe. Poco antes de su óbito pudieron salvar la vida del hijo que esperaba, problemático parto de un pequeño a las veintiocho semanas de gestación. Ella falleció, pero quedo, sobre todo para su doliente marido la posibilidad de ver crecer el fruto de su cariño.
Pasan un par de semanas y la desgracia se vuelve a cebar con esta familia. Un error médico, otra negligencia fatal, priva de la vida al pequeño Rayan. ¿Qué había hecho la criatura para caer en manos de tanto inútil? Nada, como siempre, la desgracia se ceba con los desgraciados, es una sentencia.
Ahora todos son pésames, mesarse cabellos, buscar “culpables” (sería mejor encontrar a los responsables), etc... La pregunta surge, ¿cómo se puede cometer tal error en administrar la alimentación a una criatura y no ver primero como debía ser aplicada?. Y entonces nos acordamos de que la enfermera encargada era el primer día en una unidad muy especializada, que estaba sola, que falta personal en la sanidad pública (y en otros sectores de la administración) que las bajas no se cubren, etc, etc.
Y vemos que se hace negocio con todo, que la deshumanización del sistema es evidente, que se privatizan servicios esenciales, que siempre pagan los mismos. Hospitales, Residencias de la 3ª Edad, Colegios y otros Servicios Sociales son susceptibles de convertirse en negocio.
Mando mis condolencias a la familia de Dalilah y Rayan, a ese marido y padre, Mohamed Mimouni, al que han arrebatado parte de su vida.