Fin, he terminado el último tomo de la trilogía y debo confesar que me encuentro vacío, estaba ansioso de conocer el final pero al mismo tiempo me daba miedo por que sabía que era la conclusión de una aventura, de un suceso que marca mi vida. No soy exagerado, cada obra, cada libro que te “engancha”, significa (al menos para mí) una parte importante de mi vida, me deja marcado, es un bagaje importante.
Esta trilogía me interesó desde el principio, me parece literatura “mayor”, está muy bien escrita y va más allá de lo que pueda ser novela negra, esa novela de investigadores, de detectives, es más. Stieg Larsson nos habla de los entresijos del estado, de la corrupción, de la mierda que nos circunda y que nos mantiene en ese limbo y que dicen se denomina “sociedad del bienestar”.
Stieg Larsson murió antes de ver publicada su obra, era un experto investigador de los vínculos que en su país, Suecia, mantenía la extrema derecha con el poder. Era un tipo incómodo, y murió de un ataque al corazón cuando llegaba a su lugar de trabajo. Hay mucha gente que se reivindica la posibilidad de que fuera asesinado, algunas veces me acerco a esas ideas.
Ahora su obra ha llegado a su fin, acabo de leer el último libro de la trilogía, ahora se que Lisbeth Salander, Mike Blomkvist, Erika Berger, y los demás protagonistas de esta obra no volverán a contar sus historias. Lo mismo me paso cuando falleció Manolo Vázquez Montalbán, me vi huérfano de las posibles historias de su detective Pepe Carvalho. Ahora solo me queda las novelas de Andrea Callimeri y su comisario Montalbano (en homenaje a Vázquez Montalbán).
Parece que el fenómeno Larsson ha producido un boom de la literatura escandinava, esperemos a ver a estos autores y poder leer de la misma manera apasionada que he hecho con Millennium.
En todo caso mi agradecimiento a Larsson por haber convertido sus más de dos mil páginas en momentos de placer.