La imagen del primer ministro italiano, il cavalieri (vaya sarcasmo) Berlusconi, con la cara ensangrentada tras sufrir la agresión de un individuo que asistía a uno de sus mítines ha dado la vuelta al mundo. La maquinaria de lo políticamente correcto se ha puesto a funcionar, “todos” han comentado el hecho y criticado esta acción bajo mil y una declaraciones que entran dentro de manidas declaraciones, más y más de lo mismo. Tertulianos en diferentes cadenas televisivas, opinadotes en los medios de comunicación, declaran lo intolerable del hecho, insisten en que la violencia nunca puede ser justificada. Solo algunas voces han dicho que la actuación del magnate italiano en sus declaraciones, con sus acciones, con su populismo, alientan las posibles acciones virulentas. Una tertuliana en el canal “Cuatro”, para más señas abogada y criminóloga, alude a que este señor está sembrando vientos por lo que recogerá tempestades, así habla de Maquiavelo, de la justificación del tiranicidio, lo que enerva a los bien pensantes, uno de ellos, periodista del ABC se encrespa ante las dudas que pueden verterse sobre la limpieza en las elecciones en Italia, ¡faltaría más!.
El Fiscal Di Pietro ya habla de cómo la política italiana con este elemento que hace y deshace a su antojo, cambia leyes para su beneficio, un personaje que algún arrepentido une a los clanes mafiosos, está encrespando la vida política y social de este país.
Pues bien, yo no soy políticamente correcto, es más, no me da la gana serlo. Pienso que la violencia se puede justificar si es contra el tirano, si es en defensa propia, si es para derrocar a quien oprime a los más desfavorecidos. No puedo justificar la violencia indiscriminada, la fundamentalista, la que se ciega contra todos. El acto contra la maldad de este sátrapa no es terrorismo, como así calificaba el acto uno de los compinches del mandatario italiano, un representante de la Liga Norte. Fue un acto aislado de un individuo que parece ser está en tratamiento psiquiátrico. Quizás se hace visible una verdad no escrita, los niños, los borrachos y los locos siempre dicen la verdad, quizás a más de uno se le ha pasado por la cabeza romperle la crisma a este individuo. Hasta que llegó este “loco”.