Busco en mi corazón, que más bien parece un cajón de sastre, después de tanta vida, de tanto vivido, en el se acumulan experiencias, dolores y alegrías que bien podrían hacerle romperse en mil pedazos. Las heridas del amor, las veleidades de juventud, las alegrías de momentos inolvidables, en definitiva, el libro de toda una vida que en algunos momentos dudas si te satisface haberla vivido, pero solo hay una y esta es la mía.
Que voy a contar de amores y desamores, tantos, únicos por que cada uno es distinto, cada uno tiene su lugar en ese corazón ajado. Dicen que el “hombre” es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, yo debo haber tropezado (si es un traspié enamorarse una y otra vez) en más de una decena de ocasiones y sigo sin aprender, no es masoquismo, es una mezcla de soledad, necesidad de compartir, de necesidad de cariño compartido, de muchas y variadas cosas. La contradicción es un signo de mi vida y es beneficiosa por que te hace pensar, no estoy seguro de muchas cosas, lo que te hace ser curioso y solo decantarte cuando ves algo muy claro, pero el amor es distinto, creo que no hay ley humana que pueda vislumbrar, analizar con frialdad, todos los entresijos que hacen volverte “imbecil” cuando te enamoras. Por ello doy vueltas a mi mente (por si ella puede racionalizar mejor que mi víscera) como puedo definir mi estado actual de pasión. Al final veo que otros han definido con más acierto lo que me pasa por la cabeza y acudo a mis clásicos, a mis referentes como poetas, como autores de la mejor inspiración, aquellos que han escrito y cantado los más bellos poemas de amor (y desamor).
De Serrat tomo aquello de que “la mujer que yo quiero no necesita bañarse cada día en agua bendita”. Pero sobre todo aquello de “es menuda como un soplo, y tiene el pelo marrón, y un aire entre tierno y triste como un gorrión”.
Para finalizar con mi declaración de intenciones (como es lógico también de Joan Manuel Serrat) dice así en “Menuda":
Piensa en mí menuda, piensa en mi/cuando las brujas te arañen por la mañana./No te haré más tibio el frío/ni más dulce el café con leche,/pero piensa en mí,/menuda;/piensa en mí./Piensa en mí cuando no te llegue el sueldo/o cuando te arrime en el metro a las ocho y media/y llévame bordado en tu blusa/o pintado en tu sonrisa roja./Colúmpiame en tus dientes./Rodéame con tus anillos.
Déjame ir contigo, déjame ir./Déjame ir donde vas, déjame ir,/menuda entre goce y pena/abrazado contra el poema/que lees a escondidas.
Bostezará perezosa la ciudad/cuando marques la hora y abras la ventana del despacho/y te sacudas los pájaros/que hacen nido de tus cabellos;/te dice el corazón/que el pájaro enjaulado, muere./Ellos me traen en sus plumas sueños y latidos/cuando golpean mis cristales sus picos y me cuentan la historia blanca y pequeña/que entre cuatro paredes se marchita./Pían que muere la primavera/cuando no puede ir de paseo.
Déjame ir contigo, déjame ir./Déjame ir a donde vas, déjame ir,/menuda, y enciende la cara./Piensa que tenemos todavía/el camino de tus pájaros/para volarlo tú y yo junto a ellos.”