En estos tiempos de supuesta crisis, y digo supuesta ya que algunos siempre hemos estado inmersos en ella, hay una cuestión que me llama poderosamente la atención. No voy a hablar de los astronómicos sueldos que perciben algunos “afortunados” por desempeñar cargos públicos o privados, ni las inmensas fortunas que aparecen en el anuario de la lista Forbes, ni mucho menos de las verdaderas grandes riquezas que atesoran una serie de personajes que no aparecen en listas (ni en tontas), por ejemplo la familia Krupp, la reina de la Gran Bretaña, o alguna más que, aunque parezca mentira son muchas. Me voy a referir a algo mucho más cercano, más de andar por casa y que se ha dado por llamar “fondo de armario” y que no es más ni menos que la disponibilidad de algunas personas de cambiar de ropa (en este caso no me refiero de chaqueta) cada vez que les place.
En las intervenciones de la mayoría de las personas, sobre todo de la autodenominada clase política, y que casi siempre son las mismas (viva la pluralidad) se puede ver como la cantidad de guardarropía que usan es bastante elevada. En la parte masculina es menos visible por la difícil distinción por ser bastante lineal la ropa que utilizan, cuestión que no quita que la “marca” de sus trajes y su coste no sea elevado. No faltan, sin embargo, algunos personajes que parecen destacar en este aspecto, los Sres. Camps, Costa, Zaplana , Bono o Durán i Lleida, destacan por su aspecto de “pincel”. Es el ropaje utilizado por la parte femenina la que más llama la atención por su variedad y continuo cambio de modelos. Solo voy a poner nombres, unos cuantos, a las señoras que en su labor de portavoces de tantas cosas salen a diario luciendo en cada intervención un nuevo traje que lucir a su reconocida capacidad de comunicación (y va con segundas). Las Sras. De la Vega, Cospedal, Pajín, Sáenz de Santamaría, son el ejemplo más claro de lo que expongo. Imagino una gran habitación en sus respectivas casas para guardar tal cantidad de ropajes, en algunos casos muy llamativos y que, sin duda, deben ser el único resultado que queda después de sus intervenciones (sin desdeñar la que utilizan sus compañeros de la parte masculina).
Me gustaría saber si estas ropas que utilizan nuestros insignes políticos son abonados con sus remuneraciones o tienen una partida específica pagada por sus respectivas formaciones para tal gasto. Yo, que a estas alturas soy bastante mal pensado, no quisiera imaginarme que tales exhibiciones de moda son pagadas por el bolsillo de los que vamos a pagar los platos rotos (como siempre).
Cuantas veces me viene a la memoria la historia de Pilar Miró cuando estuvo al frente de la Televisión española. Sería bueno recuperar la memoria de lo que aconteció a esta mujer, ¿verdad señor Guerra?.